Alejandro Ordóñez / Fotografía: Julián Lineros © Revista GENTE Colombia
Alejandro Ordóñez, el Procurador General de la Nación, es el hombre detrás del intento por penalizar de nuevo el aborto en Colombia, iniciativa que acaba de archivar la comisión primera del Senado con 9 votos contra 8. ¿Quién es este hombre conservador de partido y de convicciones? Este es el perfil que Revista GENTE Colombia publicó en la edición de noviembre de 2010.
Por Elizabeth Reyes Le Paliscot / Revista GENTE
El 15 de julio del 2005 la revista SoHo publicó una fotografía de la modelo Alejandra Azcárate semidesnuda, personificando a Jesucristo en una recreación de ‘La Última Cena’. A los pocos días, Alejandro Ordóñez Maldonado recibió una llamada de un amigo que le preguntó: “¿Usted no ha visto esa revista?”. Ante la negativa, le describió la fotografía.
“Quedó indignado. A la casa no la trajo”, cuenta Beatriz Hernández, su esposa desde hace 27 años. Y recuerda que sentenció: “Nadie se ha levantado contra esto. Ni siquiera la Iglesia misma. Lo voy a hacer yo como un ciudadano común y corriente”. Y lo hizo. La publicación fue demandada por un hombre de provincia que no dudó en hacer públicas sus férreas convicciones religiosas.
Esa fue la primera vez que su nombre tuvo eco en el país. La segunda fue el 11 de diciembre del 2008, cuando con una arrolladora votación en el Congreso (81 votos frente a 1 por el ex comisionado de Paz, Camilo Gómez) fue elegido Procurador General de la Nación.
Desde entonces este santandereano de 1,90 metros, el menor de cinco hermanos, el hijo amado de Miguel Ordóñez, “el niño de la casa”, dice su esposa y al que no le importa la marca de la corbata que lleva puesta, es tal vez el funcionario público que más aparece en los medios de comunicación después del presidente de la República, Juan Manuel Santos. Y siempre que lo hace levanta una polémica.
Alejandro Ordóñez / Fotografía: Julián Lineros © Revista GENTE Colombia
La lista es larga. Este año inhabilitó a la exsenadora Piedad Córdoba por 18 años, a ocho parapolíticos (tres por 20 años), al exministro del Interior y de Justicia, Sabas Pretelt de la Vega, por 12, y a Bernardo Moreno, exsecretario General de Palacio del gobierno Uribe, por 18. Pero al mismo tiempo pidió a la Corte Suprema que absolviera a Mario Uribe, el primo del expresidente Uribe y, en otra decisión, absolvió a Álvaro Araújo Castro, condenado por parapolítica. También le abrió investigación formal a Andrés Felipe Arias por las irregularidades de Agro Ingreso Seguro.
Pero, ¿cuáles son los orígenes de este hombre que pareciera que estuviera en una cruzada? De 56 años, a quien sus amigos le dicen ‘Lalo’, incursionó en la vida pública en su natal Bucaramanga como concejal, cuando apenas estaba en la universidad. Ha sido conservador de partido y de convicciones, aspiró a ser cura pero se decidió por la docencia y por una carrera en la rama judicial. Primero fue magistrado del Tribunal de Santander y luego consejero de Estado durante ocho años. Ya como Procurador, además de sus sonoros fallos se ha convertido en el mayor opositor de la sentencia de la Corte que ordenó despenalizar el aborto en casos especiales.
Por sus posturas y costumbres como viajar siempre con un rosario entre el bolsillo, rezar en latín y tener un reclinatorio en su habitación frente a un pequeño altar, lo han señalado de ser un peligro para la democracia, además de oscurantista, cavernario, camandulero, ‘facho’, fundamentalista y hasta inquisidor.
Pero nada de semejantes calificativos lo desvela. Y para sorpresa, a pesar del ruido que hace con sus decisiones, confiesa que no lee periódicos ni ve noticieros. Su esposa es quien le va contando lo que dicen en la radio y sabe que lo han criticado con dureza cuando ve a sus secretarias llorando en su despacho. “Como no encontraron en mi vida algo que lograra constituirse en un obstáculo para acceder al Ministerio Público, entonces trataron de crear este novelón”, dice con el tono reposado que lo caracteriza, sentado muy tranquilo en la sala de su apartamento en Bogotá.
Asuntos de familia
Hace 10 años que Alejandro Ordóñez Maldonado vive en el sexto piso de un edificio esquinero, en un barrio tradicional de Bogotá. Esa ha sido su casa desde que llegó de Bucaramanga, cuando lo eligieron consejero de Estado en el 2000. Y lo han acompañado las mismas cinco mujeres: Beatriz (su esposa), María Alejandra, Natalia y Ángela María (sus hijas de 24, 22 y 18 años), y Bety, la empleada desde hace 17 años.
Alejandro Ordóñez / Fotografía: Julián Lineros © Revista GENTE Colombia
Su apartamento tiene entrada directa desde el ascensor y hay otra discreta por la cocina. Y ya tiene los adornos de Navidad: un árbol que alcanza el techo y tres pesebres. Tres cuadros de arte religioso dan un ambiente místico. Su tradicionalismo viene desde cuando estudiaba en el Colegio San Pedro Claver en Bucaramanga y se destacaba por organizar grupos de estudio, por ser contradictor y el primero en echarse un discurso. También por ser devoto de la Virgen María. De esa época perduran algunos hechos que fueron sus pinitos como abogado.
Cristian Mora, uno de sus amigos de infancia, recuerda que en quinto de bachillerato había un sacerdote que se la tenía montada a uno de los alumnos. “El Procurador no dijo nada, pero le preparó una carta para que el joven la leyera en público. Hablaba sobre el respeto. Fue tan contundente que hasta ahí llegaron las molestias”, cuenta. Ese carácter decidido, además de la pasión por el estudio, lo heredó de Miguel Ordóñez, su padre, que a finales de los sesenta, cuando ya era un próspero panadero gracias a su fábrica de galletas La Aurora, se convirtió en noticia mundial al descifrar los jeroglíficos de la Isla de Pascua y lo nombraran miembro del Museo del Hombre de París.
La relación con don Miguel fue tan entrañable que solía decir: “Él es mi hijo muy amado en quien pongo todas mis complacencias”, cuenta la esposa de Ordóñez. Mientras él añade: “Era un hombre tímido, un científico, muy cristiano en su vida y en sus costumbres. Todos los días comíamos con él y rezábamos el rosario en familia. No era un conservador de partido pero sí de convicciones y yo soy su obra”.
Lo que se hereda…
Ya en la Universidad Santo Tomás, también en Bucaramanga, mientras estudiaba derecho, su fama de contradictor y católico practicante fue creciendo. Eduardo Muñoz, uno de sus profesores, dice que las discusiones eran grandes. “Mis choques con ‘Lalo’ en clase eran gordos porque mi concepción del mundo ha sido siempre más de izquierda. Y Alejandro si ahora es godo, imagínenselo a los 20 años. Yo me enteré, incluso, que un día le dijo a los curas que yo era muy liberalizante”, cuenta.
En esa época, cuando también fue concejal, ocurrió uno de los hechos que sus contradictores más le critican. Unos dicen que el hoy Procurador llegó a una biblioteca en Bucaramanga exigiéndole al director que le mostrara el inventario para ver si allí estaba la Biblia y solo apareció la protestante. Acto seguido, quemó ese y otros libros en un parque. Otros dicen que Ordóñez no estuvo ese día pero que se opuso a que se aprobara una partida en dinero para la biblioteca, porque la utilizarían para libros comunistas que había que quemar.
La versión del Procurador es la siguiente: “Lo de la quema de libros fue un 13 de mayo hace más de 38 años. Con amigos de la universidad decidimos salir en procesión. En una cancha de básquet rezamos un rosario y quemamos revistas pornográficas como un acto simbólico. El otro hecho sucedió cuando era concejal y un grupo de padres de familia acudió al director de la biblioteca para que no permitiera el acceso de revistas pornográficas. Me involucraron porque los que fueron eran amigos míos”.
Alejandro Ordóñez / Fotografía: Julián Lineros © Revista GENTE Colombia
Más cerca de Dios
Recién graduado tomó una decisión sorpresiva. Alejandro Ordóñez, el líder de las juventudes conservadoras, el mismo que dedicó su tesis de grado a la Virgen María, se iba como seminarista a uno de los centros de monseñor Marcel Lefebvre en Suiza, creador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que muchos consideran el ala ortodoxa de la Iglesia católica. De ahí viene su práctica de rezar en latín.
En el seminario duró año y medio y alcanzó a vestir sotana negra. “Descubrí que no tenía la vocación y regresé. Luego me casé”, dice el Procurador. Pero su esposa confiesa que el motivo de su deserción fue el amor. “Regresó a unas vacaciones y me echó el ojo. Nos cuadramos pero decidió irse al seminario, luego me buscó, hasta que regresó”.
Cuando Beatriz lo conoció en la universidad ya era todo un personaje por sus convicciones. “Lo veía gigantísimo, muy amigo de los sacerdotes”, dice ella. El noviazgo duró dos años y hoy completan 27 de casados. Una foto sobre la mesa principal de la biblioteca los muestra en el momento en que reciben la comunión, el día de su matrimonio. Ella lucía una corona de plata que desde hace más de dos siglos utilizan las mujeres de la familia Ordóñez.
Tradicionalista fiel
Al regresar del seminario, Alejandro Ordóñez dictó clases en la universidad y al poco tiempo fue escogido por concurso como magistrado del Tribunal Administrativo de Santander, donde estuvo siete años. También fue vertical en sus ideas conservadoras. “La gente me preguntaba cómo podía ser amiga de un tipo tan godo”, dice Mariela Vega de Herrera, exmagistrada, en esa época por el Partido Liberal. “Yo lo molestaba diciendo: ‘¡Que viva la caverna!’”.
Cuando llevaba cuatro años en Bogotá como consejero de Estado y lo eligieron presidente de esa institución, quitó un cuadro del General Santander que había en la sala plena del Consejo, para colgar un crucifijo. El Procurador dice que lo hizo por petición de varios consejeros. “Es un escándalo tonto. En el 80 por ciento de los despachos públicos en Colombia hay un crucifijo. Recogí 50 mil pesos por cada magistrado y participaron 18 de los 27. Mandé a mi mujer a un anticuario para que comprara un crucifijo que costó cerca de dos millones de pesos. Dieron plata liberales, masones, agnósticos y católicos”, dice.
Luego vino la demanda contra SoHo y un particular nombramiento en el 2006, como integrante de la Orden de la Legitimidad Proscrita, que le hizo el príncipe don Sixto Enrique de Borbón-Parma, carlista aspirante al trono de España que lidera un grupo llamado la Comunión Tradicionalista. Por todo lo anterior, cuando inició su campaña a la Procuraduría en el 2008, muchos lo criticaron. “Entregué a los congresistas una memoria con más de 20 mil providencias y les dije: ‘si encuentran que confundo el ejercicio de mis funciones con mis convicciones religiosas, no voten por mí”. Una semana antes de la elección pensó que fracasaría por los artículos en su contra que publicaron los medios. Pero sucedió lo impensable.
Convicciones incendiarias
A lo largo de los casi dos años como Procurador, cada tanto sus convicciones han vuelto a ser noticia en asuntos tan espinosos como el aborto y el matrimonio entre homosexuales, del que dijo: “No hay matrimonio ni tampoco familia”. Pidió que se anulara el fallo de la Corte Constitucional que promueve educar en derechos sexuales a los bachilleres y afirmó que “aunque la ley no lo considera formalmente como un delito de lesa humanidad, el aborto materialmente sí lo es. Es atentar contra la familia y en ese sentido sería un atentado contra la humanidad”.
También dijo que la llamada píldora del día después es abortiva y violatoria del derecho a la vida, por lo que cientos de mujeres protestaron gritando: “Monseñor procurador, no meta su rosario en nuestro ovario”. Hasta el excandidato presidencial Gustavo Petro se arrepintió de haber votado por él. A todo eso, el Procurador responde: “Yo en eso no tengo vergüenza, soy un sin vergüenza de mis convicciones religiosas, de las jurídicas, de las políticas, de las morales, porque la Constitución me lo permite”.
Alejandro Ordóñez / Fotografía: Julián Lineros © Revista GENTE Colombia
Tal vez como nunca, los colombianos están interesados por saber cuántas investigaciones adelanta la Corte Suprema al Procurador y él no duda en responder. “Cuarenta”, contando la que hace seis meses le abrieron por el caso de Piedad Córdoba. “Me critican porque absuelvo, me critican porque condeno, y me tendrán que seguir criticando porque voy a seguir absolviendo y condenando”.
A sus detractores les dice: “No sean sectarios, porque en una sociedad incluyente, como es la nuestra, hasta los católicos tenemos derecho, no solamente de pagar impuestos sino de acceder a los cargos públicos sin dejar de ser lo que somos”. Mientras tanto, este hombre que pronto presentará en el Congreso un proyecto de ley que busca proteger la libertad de conciencia, seguirá siendo devoto a San Benito y no le importará que cada vez que pase por un detector de metales, un pito alerte a la Policía por culpa de su rosario.