¿Qué piensan, qué hacen, qué disfrutan, qué aman y qué no soportan los candidatos con mayor opción a ocupar el segundo puesto más importante de Colombia, el de alcalde mayor de Bogotá? Revista GENTE los acompañó por la ciudad y encontró reveladores rasgos del gobernante que decidirá el destino cotidiano de los habitantes de la capital del país (artículo publicado en la actual edición de Revista GENTE Colombia; octubre de 2011)
Gina, Petro y Peñalosa. / Fotografía: Ricardo Pinzón © Revista GENTE Colombia.
Por Elizabeth Reyes Le Paliscot y Mónica Meléndez
Enrique y Gustavo / Caminos distintos
El uno es un excelente urbanista, el otro es un político valiente que destapó las mafias rurales; el uno ama los dulces, el otro no puede ni verlos; el uno siempre ha creído que el socialismo es un fracaso, el otro se echó al monte para hacer la revolución. Ambos, eso sí, son inteligentes y sueñan con ganar la alcaldía de Bogotá
El día que Enrique Peñalosa decidió acompañar a la alcaldesa de Bogotá, Clara López, a un plantón en protesta por el asesinato de un niño apuñaleado en el río Tunjuelito, le fue mal. Cuando llegó le gritaron oportunista. Peñalosa contuvo la respiración y se marchó luego de recordar –en tono fuerte– que ese barrio fue un proyecto de su pasada alcaldía. “No tengan mala memoria”, dijo. Mostró su mejor sonrisa y con estoicismo –en algo le ayudan sus 1,94 metros de estatura–, caminó por el sector durante cuatro horas.
Peñalosa abraza emocionado a los que le piden fotos, alza a los niños, gambetea y hasta aprovecha los semáforos en rojo para treparse a los buses. Cualquiera pensaría que hace bien su trabajo como político, algo que él mismo ha puesto en duda. “Como creo que soy buen alcalde, creo que soy mal político”, ha dicho. Por esta vez, la simpatía –con la que arrasó Samuel Moreno en la pasada contienda– es un asunto superado. “Muchos dicen que no escucha, lo hace, sí, pero con argumentos”, dice Andrés Pacheco que lo conoce hace 20 años. Y agrega: “Lo que pasa es que no es capaz de decir algo en lo que no cree”. Así sea para ganar votos.
Enrique Peñalosa / Fotografía: Ricardo Pinzón © Revista GENTE Colombia
El día siguiente, Gustavo Petro enfiló baterías hacia Ciudad Bolívar, también al sur de Bogotá. A las 11 de la mañana empezó su recorrido en el barrio Candelaria La Nueva, con una hora de retraso. La puntualidad no ha sido su mayor cualidad y su sonrisa no es tan amplia como la de Peñalosa. Sus amigos dicen que le cambia totalmente cuando está con su familia. En público, hace su mejor esfuerzo: saludó, alzó a los niños, tomó salpicón y entregó a todos su periódico en donde expone su programa.
Quienes lo conocen, afirman que verlo en campaña es como ver a otro. No por lo que piensa sino por cómo se comunica con la gente. “Era muy tímido, pero eso ha venido evolucionando”, dice Daniel García-Peña, su amigo y jefe político en esta pelea por la alcaldía. Resulta extraño, pero lo que muy pocos saben es que a pesar de que Petro es solitario y callado, se siente cómodo con las multitudes.
Cachaco vs. costeño
Petro y Peñalosa viven a pocas cuadras de distancia en un barrio de estrato alto en Bogotá. Sus apartamentos superan los 200 metros cuadrados. Pero esto es solo una coincidencia, porque los caminos que han recorrido son muy diferentes. Toda la familia del candidato del Movimiento Progresistas nació en San Pelayo, Córdoba, la tierra del porro. Y él, en Ciénaga de Oro, un pueblo vecino. Desde muy pequeño llegó a Bogotá y luego creció en Zipaquirá. Sin embargo, Petro dice que aunque culturalmente no es costeño, le queda lo bailado. “Es tan buen bailarín que se lo pelean mis amigas”, dice Verónica, su tercera esposa.
De la Bogotá de su infancia tiene el recuerdo de los churros con chocolate que comía en Chapinero y una sala de cine que se llamaba Escala. Lo demás ocurrió en Zipaquirá, donde se formó en un colegio de curas –el mismo de Gabriel García Márquez– y fue famoso por sacar el segundo Icfes del país. En ese pueblo empezó a devorar libros porque era lo que hacía su papá, aunque sus lecturas no tenían que ver con la aventura sino con pensadores como Rousseau.
Gustavo Petro / Fotografía: Ricardo Pinzón © Revista GENTE Colombia
Allí también descubrió su pasión por la política. Petro aún recuerda el día en que llegó el periódico a su casa con la foto del ‘Che’ muerto y cuando su papá tuvo una enorme decepción porque a Rojas Pinilla le habían robado las elecciones frente a Misael Pastrana. Eso lo marcó.
Pero mientras esto ocurría con Petro, quien tuvo líos con los curas por indignarse cuando derrocaron a Allende, Peñalosa, que nació en Washington, tenía 16 años. Había crecido en Chapinero y se había enfrentado a sus compañeros porque su papá, que fue el primer gerente del Incora “se convirtió en una amenaza muy grande para los latifundistas”. Muchos de los incorados eran papás de sus compañeros de clase, así que desde pequeño escuchó hablar de igualdad y desarrollo económico. Lo hizo mientras coleccionaba insectos y leía a Julio Verne.
La primera vez que Peñalosa fue al mar, tenía 13 años y solo regresó a Estados Unidos cuando cumplió los 15. “Es curioso porque en Bogotá hay la leyenda de que Peñalosa es un oligarca, pero nunca mi familia fue socia de un club, ni tuvo finca”. Y si Petro sobresalía por ser un estudiante brillante, Peñalosa tuvo que valerse del fútbol para lograr una beca en la Universidad de Duke (Estados Unidos), donde se graduó como economista. De esos años, Peñalosa afirma que se dio cuenta de que el socialismo y el comunismo eran un fracaso, que el desarrollo económico iba a llegar de todas maneras y que lo más importante era cómo se hacían las ciudades.
Revolucionario vs. soñador
Si el candidato del Partido Verde no hubiera sido político y urbanista, con seguridad sería cineasta. Así es. Inició sus estudios en París, pero luego se decidió por la administración pública. Hasta escribió el libreto de Amándote, una telenovela que fue famosa en Colombia durante los 80. En cambio, Petro, siempre ha sido un político en estado puro. Hace 28 años, Jaime Gómez conoció a Petro cuando era un muchachito flaco que usaba jeans, botas viejas y andaba siempre con las manos entre los bolsillos. A los 22 años ya era el Personero de Zipaquirá. “Hablaba de que la paz consistía en solucionarle los problemas a la gente. No gritaba. Lo que hacía era proponer soluciones”. Como Peñalosa –que le lleva seis años–, Petro estudió economía en la Universidad Externado de Colombia, donde no lo sedujo ese mundo de izquierda de los estudiantes bogotanos. En Zipaquirá sí. “Mis vecinos eran obreros y si caminaba cinco cuadras encontraba la pobreza”. Así llegó al M-19 y se convirtió en ‘Aureliano’, el mítico nombre del personaje de Gabo que él usaría en la clandestinidad.
Gustavo Petro en campaña / Foto: Pilar Mejía © Revista GENTE
Es casi una leyenda cómo se tomó un terreno que era de los curas para que lo ocuparan familias pobres de Zipaquirá. Fue en Corinto (Cauca) donde Petro se encontró por primera vez con la guerrilla rural. “La encontré radical: era vencer o morir”. Por fortuna, vino el proceso de paz, que promovió, aunque luego lo capturaron y estuvo preso.
Por su parte, Peñalosa era nombrado como uno de los ejecutivos jóvenes más sobresalientes de Colombia. Fue decano de economía en el Externado, director de planeación de Cundinamarca y secretario económico de Virgilio Barco. Y al mismo tiempo, manejó un cultivo de tomates. Los que no lograba vender, los subía a su Renault 4, que parqueaba al frente de Carulla. De ahí sacó la idea –cuando comenzó en la política– de salir a repartir volantes. Dice que nadie lo había hecho y que fue el primero en poner una foto sonriente en una publicidad política.
A los 32 años tomó la decisión: “No iba a ser un funcionario para siempre, necesitaba votos y todos los cargos anteriores me sirvieron para conocer la ciudad”. Bogotá se le convirtió en una obsesión. Su gran amigo Andrés Pacheco, que lo conoció cuando Peñalosa era profesor, dice que siempre lo escuchó hablar de políticas públicas y del transporte masivo que luego se convertiría en TransMilenio. “Era un soñador”.
Ese fue el año de la Constituyente. Peñalosa se lanzó por primera vez a la alcaldía –esta es su quinta vez–. Era un principiante y Jaime Castro le ganó. Petro ya se había desmovilizado. Daniel García-Peña lo conoció en esa época y recuerda que sobresalía por su lucidez dentro del movimiento político en que se convirtió el M-19. “No tenía pinta de guerrillero sino de nerd”. De esa época, Petro conserva lo que para sus amigos es una obsesión: ser el dueño de la propuesta. Pero eso no quiere decir, como muchos afirman, que toma decisiones solo. “Petro no es sectario, si tienes argumentos, te escucha”, dice García-Peña.
Enrique Peñalosa en campaña / Foto: Pilar Mejía © Revista GENTE
Exalcalde vs. excongresista
Cuando puede, Peñalosa sube dos veces por semana a La Calera, en bicicleta. Es un viejo hábito que cultivó desde los 80, cuando con su esposa madrugaban a contar a los que utilizaban bicicleta vía a Mosquera.
Aunque parecía una locura, Peñalosa sabía lo que hacía. Al segundo intento a la alcaldía, Mockus le ganó, pero la tercera fue la vencida. De su administración le queda un título que nadie le niega: le cambió la cara a Bogotá. La transformó con el TransMilenio, las megabibliotecas y las ciclorrutas. Fue un alcalde constructor. Pero el cemento es algo en que lo encasillan. “Yo fui la persona que en Bogotá empezó a hacer cosas para el ser humano. Cemento sí, pero para aceras”, es su defensa. Zoraida Rozo, que fue su segunda a bordo durante la alcaldía, dice que es un obsesivo con el espacio público. “Andaba con su libreta de contravenciones y hasta le puso un parte a un ministro. Además, tenía una máquina para tumbar –él mismo– los pasacalle”. Peñalosa no duda en afirmar que es uno de los urbanistas más influyentes del mundo, algo por lo que también lo tildan de prepotente. Sin embargo, los que lo conocen aseguran que se burla de los que se van en la silla de atrás del chofer. “Le parece ridículo marcar la diferencia”. Y es muy cercano a la gente, dice un peñalosista.
Y mientras Peñalosa era alcalde, Petro también hacía lo suyo aunque sin montar en bicicleta. Por eso sus amigos dicen que si camina, es para seguir pensando y que la única vez que lo vieron jugando fútbol fue estando preso. Su estrellato comenzó en la Cámara de Representantes, donde se hizo famoso por sus debates contra la corrupción y luego al denunciar el paramilitarismo. Inclusive, le hizo uno a Peñalosa, por las losas de TransMilenio.
Desde entonces, Petro ha tenido una silla en el Congreso. Pero su arrojo le ha traído muchos problemas. Lo han ‘chuzado’ y amenazado de muerte desde hace una década. Y lo que al comienzo fue motivo de orgullo, en la era de Álvaro Uribe se convirtió en su talón de Aquiles. Su pasado como guerrillero es lo que más le critican hoy los electores, algo que para él tiene una razón: “Si le preguntas a un joven que ni siquiera nació en esa época, su visión es la que les contó Uribe”. Paradójicamente, la historia los volvió a poner de frente porque Uribe apoya hoy en público a Peñalosa.
La gente se acostumbró a verlo con una gabardina blindada, mientras dormía con una ametralladora debajo de la cama. No se armó siendo guerrillero, pero tuvo que hacerlo cuando se les enfrentó a los parapolíticos. Pero se aburrió. “Yo no hice la paz para esto”, le dijo a GENTE. Ahora, en campaña, debajo de esa chaqueta blanca de Progresistas, solo lleva su camisa. ¿El peligró pasó? Petro dice que no. ¿Qué si vive con miedo? Claro, pero no se acobarda.
Gustavo Petro / Foto: Pilar Mejía © Revista GENTE
Progresista vs. Verde
El candidato del Partido Verde se escuda en que Petro sólo tiene experiencia como congresista y que no ha administrado ni un parqueadero, comparándolo con Samuel Moreno, quien hoy está preso por el ‘carrusel de la contratación’. Petro, por su parte, ha dicho que si lo que quieren es convertir a Bogotá en una empresa privada, “entonces no hagan elecciones y contraten a un gerente”.
Para Petro, Bogotá tiene dos retos. Uno es el cambio climático. “Lo que ha hecho la ciudad es depredar”. El otro tiene que ver con acabar con la segregación social, por eso ha repetido hasta el cansancio que primero los cerebros que el cemento. Peñalosa, en cambio, dice que la mitad de Bogotá está por construir. Sueña con hacer un parque en Tominé. También un teleférico desde Usaquén a La Calera y cientos de kilómetros de vías peatonales para bicicletas. “Aquí piensan en metros, en autopistas, pero lo que realmente necesitamos es espacio público”.
Enrique Peñalosa / Fotografía: Pilar Mejía © Revista GENTE Colombia
Sin duda, polos opuestos. Hasta en los pequeños detalles. Petro tiene seis hijos con tres mujeres –ya se hizo la vasectomía– y su sueldo se le va en sostenerlos. Le gusta el ají y desde pequeño le huye al dulce. Ni siquiera lo seduce el chocolate. En cambio, Peñalosa tiene un escondite donde guarda sus preferidos: las trufas Lindt, azules y rojas. Petro nunca ha fumado, tiene muy pocos buenos amigos y se la pasa pegado a su BlackBerry interactuando con sus seguidores en las redes sociales. Y si a alguien admira, es a Bolívar, del que colecciona cuadros.
Peñalosa le dice ‘novia’ a su esposa Liliana Sánchez, con quien acaba de renovar votos luego de 30 años de casados. Dejó de correr por culpa de una molestia en su espalda y tiene un mal recuerdo de la niñez: se voló la falange del dedo índice con un volador. Es adicto a la Coca-Cola Light y también es creyente. En su casa y en su sede política mantiene una veladora prendida. Por su parte, Petro lleva en el cuello una cadena de oro de La Milagrosa que le regaló su esposa y que prefiere llamar ‘la cadena de los afectos’.
¿Qué los aleja más? Peñalosa dice que el amor por la ciudad. “Para él (Petro) esto es, simplemente, un paso más en su carrera política”. Petro lo resume en dos modelos de ciudad. La de Peñalosa es del siglo XX y la de él, del siglo XXI.
Gina Parody: «Encontré a mi pareja de baile»
La única mujer que en Bogotá sueña con llegar a la alcaldía anda ahora feliz abrazada al exalcalde Antanas Mockus. GENTE quiso conocer su faceta más personal, por eso la sorprendimos con unas preguntas distintas y divertidas
Gina Parody y Antanas Mockus / Fotografía: Ricardo Pinzón © Revista GENTE Colombia
GENTE: Estamos en la recta final de la campaña, cuéntenos ¿cuál es su miedo más grande?
–Le voy a hablar del ámbito político. Y aquí le confieso que mi miedo es que no ganemos la lucha contra la violencia y la corrupción, que nos gane el “todo vale”. Sin embargo, hoy me siento fuerte por la alianza con Antanas. En esta cada uno aporta lo mejor de sí. Para conquistar el corazón de los bogotanos y que nos ayuden a que la confianza y la transparencia venzan.
GENTE: ¿Es verdad que Peñalosa es el candidato de Uribe y Gina de Juan Manuel Santos?
–¡Ah no!, eso sí hay que preguntárselo al Presidente, que no creo que lo pueda decir porque incurriría en una ilegalidad. Tenemos una cercanía de muchos años porque nos tuvimos confianza en lo político.
GENTE: Pero, ¿qué tan cerca está el Palacio Liévano de la Casa de Nariño?
–Muy cerca, y esa cercanía es fundamental.
GENTE: Para llegar al Palacio Lievano debe vencer a sus contrincantes. A propósito, ¿qué se siente competir contra un grupo en donde solo hay hombres?
–Pues es ver cómo los derechos de la mujer todavía están rezagados en la política colombiana, y esa es la gran puerta que abrió Antanas en Bogotá. Dijo: “Le abro la puerta a la nueva generación y a la mujer”, y eso toda la vida se lo vamos a tener que agradecer a él las mujeres en Colombia.
GENTE: Hablemos de Bogotá, ¿a qué no le pondría pico y placa?
–A las motos. Para los vehículos haría una cosa que se llama el Pico y Placa Voluntario, que es un elemento de cultura ciudadana. Que la gente por sí misma diga: “Hoy mismo yo me pongo mi pico y placa”, sin que haya una ley que se lo obligue.
GENTE: ¿Y qué es lo más feo de Bogotá?
–Pues en este momento Antanas me propuso ponerme unas gafas para ver todo positivo y sacar lo mejor de sí. Hay mucho por hacer por Bogotá, pero viéndolo desde el plano positivo.
Gina Parody / Fotografía: Ricardo Pinzón © Revista GENTE Colombia
GENTE: ¿Si usted ganara 19 millones de pesos al mes le alcanzaría para tanquear dos carros?
–Por supuesto. Y más, cuando se trata de recursos de los colombianos, eso es sagrado y hay que tener mucho cuidado con cómo se tratan.
GENTE: ¿Usted cree que una persona que gana 190 mil pesos mensuales ya no es pobre?
–Es una discusión política y técnica. En el plano técnico hay que trazar una línea de pobreza para poder combatir la pobreza extrema, y esa línea la trazaron en 190 mil. En el plano político lo que tenemos es que hacer crecer la ciudad, que significa trabajo formal, y, por tanto, los 190 mil pesos son una miseria. Son dos planos distintos pero complementarios.
GENTE: Todas las encuestas apuntan que la pelea por la alcaldía está entre usted, Peñalosa y Petro. Así que, aquí entre nos, si no es usted, ¿a cuál de los dos prefiere?
–Nosotros estamos haciendo una alianza para sacar lo mejor de Mockus, lo mejor de Gina. Y lo que queremos es que nadie vote en contra de, por eso tenemos esas gafas “de ver lo mejor de”, que la gente pueda ver lo mejor de Peñalosa, lo mejor de Petro, y lo mejor de nosotros, que es “lo mejor de lo mejor”.
GENTE: ¿Le parece si nos revela algunas cosas suyas muy personales?
–Por supuesto. Adelante.
GENTE: ¿Cuál olor la transporta a la infancia?
–El chocolate. Como chocolate todo el día.
GENTE: ¿Y cuál ha sido su mayor atrevimiento?
–Una vez cuando era chiquita fui a una tienda y pagué con monedas de monopolio.
GENTE: ¿Usted hace decenas de discursos, pero revélenos cuáles son las frases que más utiliza?
–“La transformación de la política”, “los resultados son importantes, pero los medios son aún más importantes”, “la igualdad en el acceso a las oportunidades”. Y de Gina: “valiente, independiente, orgullosa” y aunque no lo crean, “tímida”.
GENTE: ¿Y actualmente cómo definiría su estado actual de ánimo?
–Feliz, decidida a trabajar y dar lo mejor de mí.
GENTE: ¿Cuál es su posesión más preciada?
–Mi alma.
GENTE: ¿Cuál considera que es la peor miseria?
–La que veo en Bogotá diariamente, cuando salgo a caminar por las calles. Veo que la ciudad necesita crecer económicamente para aumentar los ingresos de los ciudadanos.
GENTE: ¿Cuál es la mejor cualidad de una mujer?
–Ser mujer.
GENTE: ¿Y de un hombre?
–La honestidad.
GENTE: ¿Quién es su héroe de ficción?
–La mujer maravilla. Y el de no ficción, el real, Antanas.
GENTE: ¿Dónde y cuándo es feliz?
–Soy feliz muchas veces al día, pero hasta para ser feliz hay que tener disciplina, estar permanentemente en el presente, gozándose la vida aquí y ahora.
GENTE: ¿Quién es el más grande amor de su vida?
–Mi sobrina Alejandra.
GENTE: ¿Qué no perdonaría?
–No, yo perdono todo. Por una razón un poco egoísta y es que no me gusta tener resentimientos, me hacen mucho daño.
GENTE: ¿Qué la hace reír?
–¡Uff!, mi sobrina, y Antanas me hace reír desde que lo veo hasta que me despido de él.
GENTE: ¿Y llorar?
–Las emociones, tanto las felices como las tristes.
GENTE: ¿Cuál considera que ha sido su mayor logro?
–Hoy me enfrento al mayor reto que he tenido en mi carrera pública, con la confianza de Antanas.
GENTE: ¿Cuál ha sido el mejor piropo?
–Pues en la Costa cuando uno camina por las murallas que le dicen: “¡Mami!, ¡mami!”, yo nunca he entendido por qué le dicen así a uno, ¿qué es?
GENTE: ¿Es Antanas Mockus su pareja perfecta?
–Yo creo que la pareja ideal de Antanas se llama Adriana Córdoba (la esposa). Pero le oí el otro día a alguien algo divino: cuando uno encuentra la pareja perfecta, baila con ella toda la vida. Y toca estar en ese baile.
Notas Archivo: Más de Gustavo Petro en el perfil publicado por Revista GENTE Colombia en Mayo del 2009. Más sobre Enrique Peñalosa, en aquel momento con los llamados ‘Tres tenores», artículo publicado en septiembre de 2009. Nuestro director entrevistó a Gina Parody el pasado mes de junio.